martes, 20 de mayo de 2014

El poncho es tierra y geografía. Con tonos diferentes, los tejedores van hilando ese paisaje y sembrándolo de colores. En sus manos, los rayos de sol se vuelven flecos y a la sombra de sus dedos la lana se va enredando perfecta. Así pasan los días frente a rústicos telares; a cielo abierto y en patios de tierra. Algún pájaro se acerca a contemplar la tarea y se convierte en rombo, vistoso adorno del poncho, mientras el viento va abriendo una huella de matices en el paisaje de lana. De esta manera florece entrelazado el arroyo con el valle, el valle con el cielo, el cielo con el sol. Eso es el poncho; un paisaje amalgamado en una pieza. El balido de la oveja también se esconde durante meses en las manos del artesano, hasta que se libera por la boca del poncho. La cuna del poncho. Así se la conoce a la ciudad de Belén, en el oeste catamarqueño. La población, por ser la cabecera del partido, fue reuniendo durante décadas a los tejedores de los desolados valles. Por allí casi nadie pasaba y vender una prenda resultaba una tarea imposible. En ese trabajo colaboran mujeres y niños, y mediante la participación familiar el arte se va transmitiendo de padres a hijos.

La elaboración del poncho se inicia con la compra de lana a los puesteros "de arriba". Después viene la limpieza, el lavado, cardado, hilado y retorcido. En ese trabajo colaboran mujeres y niños, y mediante la participación familiar el arte se va transmitiendo de padres a hijos. Allí donde están las casas de adobe con techo de paja y barro vive Demetrio Gómez. Tiene 70 años. El y su mujer son tejedores oriundos de Barranca Larga, un paraje aún más alejado. De allí traen la lana.

Para Demetrio la lana de vicuña es la más suave y fina que existe, y "más aún si se cría en el cerro". Según explica, cada vez es más difícil encontrar buen material, sea de guanaco o de llama. "La lana viene sucia del campo y por la mugre que traen de tanto revolcarse los animales perdemos más de la mitad", explica. Sin embargo aclara que "hay gente entendida que sabe apreciar un poncho de solo tocarlo; para ellos va el trabajo. Hasta han venido varios gringos de Italia para llevarse algunas prendas".(...)

(Nota Juan Pablo Baliña. Publicado en La Nación.com. Diciembre de 2006)

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